martes, 10 de julio de 2012

ENJAMBRE DE TINTA (Poema de André Cruchaga, El Salvador)


A Pere, Ana Muela, Marina, Andrei Langa y Daniel Dragomirescu 

Es así de sencillo cuando las certezas deslumbran y las manos bailan en la profundidad de los rincones, sobre la hoja de papel del acantilado que galopa sobre la luz del pecho: luz negra las abejas negras cobijando la historia del aliento, o desvelando su metamorfosis de gruesa madera. Ardor de abejas en los párpados; aquí, en trocitos, la lluvia mojando la piel, muriendo, desnudando cada vez el ojo en la alforja de la sed. Por suerte, no desfallece la tinta, si el timbal en el guacal giboso de la historia: si la escalera de las sombras, no el esplendor de la gimnasia cuando busca su postrero paisaje. De todas formas, me enseña a despertar la camisa trapecista de la tinta, el taller del panal con su azúcar solidaria, el blanco de ciudad reconquistada por el alma; por cierto que en el trance, la tinta se vuelve inagotable como el asombro de todos los días frente a la convivencia del espejo, como a los meses obsesos del aforismo, imantado panal del júbilo. (Sin duda uno tiene que aprender a ser pragmático: ser vehemente ante las contradicciones; bajar a la oscuridad para espantar los malos espíritus, cortar la soga de la hipérbole y andar en las tejeduras del agua. Con carencias no se hacen volar las hélices del tiempo, mucho menos entender los mapas de la tinta, el garabateo de los capullos, el vaso de agua comprimido en los poros.) Después de todo, somos lo que escribimos: así lo dicta la aglomeración de los peldaños, y el Vía Crucis de la Esperanza. Todo es conciencia. Caminemos… 

Barataria, 15, VI.2012, Por André Cruchaga (El Salvador)

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